En rigor, esta tradición es anterior a la existencia del pueblo judío, que se inicia con Abraham y Moisés. La tradición judeocatólica a que nos referimos es la de los grandes patriarcas de la humanidad, la de Adán, de Set, de Noé, de Abraham, de Isaac y de Jacob. La llamamos judeo-católica y no judeo-cristiana para evitar el equívoco a que está sometido el nombre “cristiano” en el lenguaje moderno.
Decimos también que esta tradición judeo-católica contiene verdades naturales y sobrenaturales. Llamamos verdades naturales a aquellas a que puede llegar la naturaleza racional del hombre haciendo buen uso de su razón. Estas verdades han sido expuestas detalladamente por Claude Tresmontant en una serie de valiosas obras y son la existencia de un Dios trascendente, personal, inteligente y libre, que ha creado el mundo, no de su sustancia sino de la nada, y la existencia de un alma estrictamente espiritual, creada en el momento de la animación del compuesto humano y que, en la muerte, se separa del cuerpo para rendir cuentas a Dios de sus acciones terrestres. En rigor, estas verdades forman parte del patrimonio metafísico de la humanidad. Defendemos, entonces, que en la tradición oral judeo-católica está contenida una metafísica, vale decir, la metafísica natural de la inteligencia humana.