Tampoco fue un sociólogo, aunque nadie analizó con más profundidad las causas y los males que padece hoy día la sociedad moderna y por las cuales perecerá sin duda, si no se aplican los remedios que él indicó. No fue un poeta, aunque un adversario suyo reconoció que su obra era como un encantamiento capaz de satisfacer la imaginación más exigente.
No fue un ocultista, aunque abordara temas que antes que él se englobaban bajo la denominación de ocultismo. Y sobre todo no era un filósofo, a pesar de haber enseñado filosofía y haber sabido demostrar la inanidad de los sistemas filosóficos cuando los encontró en su camino. Se podría decir que fue un metafísico. Pero la metafísica que él exponía tenía muy poco que ver con la de los manuales, así es que no podemos calificarlo como tal, sin provocar un grave malentendido.
A parte de esto, él mismo escribió que no podía aplicársele ninguna de las etiquetas habituales en el mundo occidental. Este hombre extraordinario por su inteligencia y su saber fue, durante toda su vida, un hombre oscuro.