“Parece -dijo una vez Robespierre a Amar- que nos arrastra una mano invisible que escapa a nuestro control. Cada día el Comité de Seguridad Pública hace lo que el día anterior decidió no hacer. Hay una facción llevada a perderlo, sin que pueda descubrir a sus directores”.
¿El objetivo de la Revolución era la reforma de los abusos y la conquista de la libertad? Debería haberse detenido a finales de 1789. ¿Su objetivo era el cambio de régimen? Debería haber terminado el 10 de agosto. ¿Por qué las reformas que Luis XVI ofrecía a cambio de nada se compraron al precio de cuatro mil cincuenta mil cabezas?
La acción masónica de 1789, ignorada por tantos historiadores, no es un descubrimiento reciente, pues ya en 1792, Le Franc escribía: “Todo lo que hemos visto ejecutado por los clubs, había sido preparado largamente en las logias masónicas.” Estas revelaciones fueron la causa de su condena a muerte.
Ya bajo Luis XV, las doctrinas internacionalistas de la masonería comenzaban a darse a conocer; uno se sorprende al leer la siguiente frase en un discurso del Gran Maestre en 1760: “El mundo entero no es más que una gran república, de la cual cada nación es una familia”. Fue para difundir estas máximas esenciales que nuestra sociedad fue establecida por primera vez.”