El cristianismo considera únicamente que la ley mosaica quedó superada y sustituida por los preceptos superiores del Evangelio; entre los dos hay filiación y continuidad, y no antinomia fundamental. Pero si bien ciertos judíos, apegados a la tradición, permanecen todavía fieles a la Torah, la mayoría de ellos la han abandonado desde hace mucho tiempo en beneficio del Talmud, recopilación de comentarios de la Ley elaborados por los Fariseos y los rabinos, entre los siglos II y V después de Jesucristo; muchos se han hecho completamente agnósticos.
La ruptura entre el Antiguo y el Nuevo Testamento se ha agravado sin cesar debido a la creciente influencia del Talmud, que substituyó a la Torah, es decir a la ley mosaica como fuente de inspiración religiosa israelita. El judío moderno ya no es mosaico, es talmudista. Y entre el Evangelio y el Talmud existe un antagonismo irreductible.