En los pueblos más primitivos lo más ‘‘popular’’, es decir, lo más constitutivo y simbólico de su conciencia colectiva, son las danzas en torno a los tambores sagrados. Por eso en Nigeria, donde viven próximos unos a otros muchos ‘‘pueblos’’ distintos, próximos pero muy conscientes de su diferencia, para decir que alguien es un extranjero se dice que ‘‘¡Ese baila con otro tambor!’’ No es sino concretar en una palabra, abreviadamente y, por tanto, con deliberada exageración (pero exageración que sirve precisamente para destacar bien la realidad), decir que un pueblo consiste en puras manías acumuladas por el azar, que lo mismo podrían ser otras cualesquiera.
La Idea de Nación, que había sido hasta ahora una espuela, se convierte en un freno. Incapaz de ofrecer a cada pueblo un programa de vida futura los paraliza y los encierra dentro de sí mismos. Pero esto significa que las colectividades europeas han dejado de ser propiamente naciones y por un proceso de involución ha retrocedido al estado primitivo de pueblos que no son sino pueblos, ha recaído en la vida propia de sus pequeños usos, hábitos, manías. Los periódicos se ocupan principalmente en conmemorar las glorias caseras, en hablar de sus pequeños hombres, como nunca habían hecho hasta ahora. Al mismo tiempo se cultiva el folklore monumentalizándolo de una manera grotesca. El folklore es el prototipo de lo casero.