Aún cuando numerosos escritores de la escuela revisionista histórica, tanto en Francia como sobre todo en Estados Unidos, desmitificaron la imagen maniquea de vencedores y vencidos, los que se llevaron la palma del ‘‘fair play’’ fueron, dicho sea en su honor, los ingleses, y su Ministro de Asuntros Exteriores, ante la Cámara de los Comunes, presentó públicamente excusas por todos los ataques al honor de Alemania, reconociendo explícitamente que se trataba de propaganda de guerra. En realidad, esto era normal. En tiempo de guerra la necesidad determina la ley y preciso es reconocer que el coktail de sinceridad, nobleza y cinismo servido por el Secretario del Foreign Office resulta impar en la Historia. Ahora bien, una confesión de ese talento no se ha hecho tras la Segunda Guerra Mundial. Al contrario, en vez de difuminarse con el paso del tiempo, lá propaganda sobre las atrocidades alemanas y, de manera especial, la manera como fueron tratados los judíos europeos durante la ocupación de buena parte del Continente por las tropas de la Wehrmacht, ha ido en aumento.