En la actualidad, poner en duda toda la parafernalia que envuelve el mito del Holocausto constituye un crimen de pensamiento y se ha convertido en un delito tipificado en los códigos penales de numerosos países. Los revisionistas vienen siendo perseguidos y condenados con años de cárcel por odio racial o antisemitismo. Los medios de comunicación los rechazan y sus trabajos no merecen ninguna atención, pues se considera que carecen del menor interés y no deben ser difundidos.
Naturalmente, si los argumentos y las tesis del revisionismo fueran panfletos carentes del menor rigor, podría aceptarse el desinterés general por sus planteamientos; pero no es el caso, sino todo lo contrario. Los trabajos presentados abarcan los diferentes aspectos relacionados con el supuesto exterminio de seis millones de judíos y son extremadamente convincentes. Cualquier lector interesado en descubrir la verdad histórica hallará en las obras de los revisionistas cuánto puede exigirse a un investigador riguroso. Pese a ello, el número de países occidentales supuestamente democráticos que promulgan leyes que atentan contra la libertad de pensamiento y de expresión en relación con el Holocausto aumenta año tras año. Hoy estos países son: Alemania, Austria, Bélgica, Bosnia-Herzegovina, Canadá, República Checa, España, Francia, Holanda, Hungría, Liechtenstein, Luxemburgo, Polonia, Portugal, Rumanía y Suiza.