Ese es el motivo por el que tantos judíos se comprometieron en la aventura comunista a lo largo del siglo XX con un entusiasmo y desenfreno tan especial. Pero incluso antes de la caída del sistema soviético, fueron muchos los que habían comprendido que la democracia liberal era mucho más eficaz para borrar las fronteras y disolver las identidades nacionales. Se trata de trabajar incansablemente para la instauración del Imperio global, que debe ser también el Imperio de la Paz.
Esa es la “misión” del pueblo judío.Durante siglos, esta esperanza ha alimentado y modelado el espíritu de los judíos de todo el mundo, aislados entre los demás pueblos y fomentando firmemente ese aislamiento como si hubiera una revancha futura que tomar sobre el resto de la humanidad. Ese espíritu de revancha se manifiesta en numerosos textos de la literatura cosmopolita. Es uno de los rasgos característicos del judaísmo. El estudio de la producción religiosa, filosófica, literaria y cinematográfica permite efectivamente revelar y exponer las ideas predominantes del judaísmo en general, particularmente la personalidad intelectual judía. Observamos entonces una sorprendente homogeneidad de pensamiento de los judíos en las cuatro esquinas del mundo, ya sean creyentes o ateos. Todos parecen haber sido formados en la misma escuela, hablando y expresándose en distintas lenguas únicamente para difundir las mismas ideas, las mismas emociones, las mismas paradojas, la misma esperanza mesiánica, la misma fe en la victoria final.