En primer lugar, los semitas no son de origen europeo; étnicamente están más cerca de los árabes que de los galos. En segundo lugar, los judíos pertenecen ante todo al pueblo de Israel, que es su comunidad nacional. Por último, el judaísmo respalda religiosamente la forma de racismo más antigua que el mundo haya conocido. Solo el pueblo elegido pertenece a la esencia misma de Dios; todos los demás seres humanos son comparados con animales. Los rabinos no hacen proselitismo, convertir a los animales al judaísmo no tiene sentido. Como prueba de su traición, el judío se llama a sí mismo francés de origen rumano (François Copé, Pierre Moscovici), francés de origen húngaro (Nicolas Sarkozy), francés de origen luxemburgués (Stéphane Bern), francés de origen español (David Pujadas)… Cuando no se llaman a sí mismos franceses, los judíos se llaman a sí mismos europeos, corsos, bretones… Un ciudadano del mundo. Pero nunca, oh nunca, se llaman a sí mismos judíos.