Los jeroglíficos no fueron más que interpretados y no traducidos siguiendo los criterios imaginativos dependiendo de la tendencia religiosa de los autores. Es el fondo mismo de estas inverosimilitudes, más que en sus formas que excusan el erotismo delirante de los escritos sabios que, más tarde en el capítulo, y muy expresamente, vanaglorian la espiritualidad desarrollada de esos primeros primogénitos cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos.