Tanto en las democracias republicanas como en las monárquicas, los estadistas son marionetas, los capitalistas son los titiriteros; dictan las directrices de la política, gobiernan mediante la compra de la opinión pública de los votantes y, a través de las relaciones profesionales y sociales, de los ministros.
En lugar de la estructura feudal de la sociedad, intervino la plutocracia; el nacimiento ya no es el factor decisivo para el rango social, sino los ingresos. La plutocracia de hoy es más poderosa que la aristocracia de ayer: porque nadie está por encima de ella salvo el Estado, que es su herramienta y el ayudante de su ayudante.
Cuando aún existía la verdadera nobleza de sangre, el sistema de aristocracia por nacimiento era más justo que el de la aristocracia adinerada de hoy: porque entonces la casta gobernante tenía sentido de la responsabilidad, cultura y tradición, mientras que la clase que gobierna hoy carece de sentimientos de responsabilidad, cultura o tradición.